Permuta

Cuando Lexie descubrió su habilidad de habitar cuerpos ajenos lo primero que sintió fue temor, la sensación de estar haciendo algo “prohibido” o fuera de la normativa, la impresión de estar quebrantando la realidad. Se sintió solitaria, incomprendida, inclusive un poco tramposa.

Lexie no tenía una vida de ensueño y constantemente era atosigada por su falta de estabilidad económica, se refugiaba en sustancias ilícitas y después se maldecía por esos gastos innecesarios que descompletaban la cuota para saldar el alquiler. Por si fuese poco, Lexie estaba envuelta en tantos líos amorosos que ya ni siquiera creía en el amor y, en general, desconfiaba de todos los hombres.

Desde pequeña, Lexie había presentado ciertas situaciones en su vida que habían puesto en duda su sexualidad. Por ejemplo, cuando era niña asistía a clases de baile particulares en la casa de una de sus mejores amigas. Lexie y su amiga solían cambiarse después de las sesiones en la habitación de esta última, dándose la privacidad suficiente; se cambiaban dándose la espalda mutuamente. Sin embargo, un día, su amiga — probablemente sintiéndose en un ambiente de plena confianza — se cambió frente a ella y en un pequeño desliz, en apenas unos segundos, Lexie pudo ver sus pezones. Lo que sintió en ese momento fue confuso, tanto que decidió dejarlo pasar.